domingo, abril 27, 2014

Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad. ~Sir Arthur Conan Doyle

2013, Capítulo 4: Mi nombre es Sherlock Holmes y mi negocio es saber lo que otras personas no saben



Para quienes hemos disfrutado leyendo los relatos de Sir Arthur Conan Doyle, la dirección “221b Baker Street” es definitivamente familiar ya que este brillante médico y autor escocés situó en ella la casa de sus personajes más famosos: el detective Sherlock Holmes, que destaca por su inteligencia, su hábil uso de la observación y el razonamiento deductivo para resolver casos difíciles, y su gran cronista, el Doctor John H. Watson. Sir Arthur Conan Doyle fue un autor prolífico que, además de crear a Sherlock Holmes, escribió obras de ciencia ficción, novelas históricas, teatro y poesía.
Fue justo hacia allá donde esa mañana nos dirigimos para visitar el Museo de Sherlock Holmes que por supuesto está en la calle Baker pero, he de aclarar que el número 221b nunca existió. En la época Victoriana, esta concurrida calle corría de Norte a Sur iniciando la numeración en el número 1 y terminando en el 85; cuando los edificios fueron renumerados en 1930, haciendo de ella una calle más extensa, una gran parte del bloque 200 fue asignada a un edificio Art Decó conocido como Abbey House, construido en 1932 para la Abbey Road Building Society (más tarde el banco Abbey National).

Este edificio fue ocupado por dicha sociedad hasta 2002, con los números 215 a 229: fue así como esta residencia se hizo real. Casi de inmediato la residencia comenzó a recibir cartas dirigidas a Sherlock Holmes de personas del mundo entero. El volumen era tal que acabaron creando un "Secretariado para Sherlock Holmes" para organizar toda la correspondencia. En 1999, Abbey National patrocinó la creación de una estatua de bronce, de casi tres metros, de Sherlock Holmes, que puede ser vista hoy en la entrada de la estación de metro de Baker Street.

Hoy en día, la propiedad que hospeda al Museo Sherlock Holmes se encuentra muy cerca de Abbey House (el número real de la dirección del museo es 239 Baker Street) y es una casa construida en1815. Su interior se mantiene para la posteridad exactamente como Conan Doyle describió la vivienda de sus célebres personajes y, con la debida aprobación de la ciudad de Westminster, tiene una placa que le acredita como “221B”.

Si alguien tiene problemas para imaginarse regresando en el tiempo, al llegar a la renombrada dirección un actor vestido de oficial de la policía victoriana le recibirá en la mismísima puerta. Los boletos se adquieren en la tienda del museo y la fila es bastante larga pues la casa en sí no es grande así que el “constable” se dedica a controlar el acceso a fin de que los visitantes puedan disfrutar de su tour en grupos pequeños para evitar estar encima unos de los otros.
Otro detalle es la tienda de The Beatles es vecina de Sherlock Holmes, así que brinda un buen entretenimiento… yo adquirí unos lentes tipo John Lennon mientras esperábamos que nos dejaran pasar. Otro vecino curioso es un lugar donde se exhiben los objetos que la gente ha perdido en el Tube (el metro de Londres). Por el aspecto de los que vimos en la vitrina, ¡tienen inventariadas cosas que se perdieron desde que el sistema de transporte entró en funcionamiento en 1863! 

Después de una espera de 45 minutos, logramos entrar a la estrecha casa. En serio fue como viajar a la época victoriana. Los muebles y los objetos en verdad datan de esos años y hacen referencia a las aventuras de Holmes y Watson con estudiada precisión. Está el maletín del Dr. Watson con su instrumental médico y un libro que guarda una pistola en su interior; en el tapiz puedes encontrar las siglas “VR” de Victoria Regina, hay espejos con velas a la usanza de la época pues no había luz eléctrica, y encuentras un elegantemente disimulado inodoro ¡dentro de la habitación! 
En el segundo piso hay una pequeña sala de estar donde puedes sentarte y tomarte una foto con el bombín de Watson o la gorra y pipa de Holmes, a gusto del consumidor. En el tercer nivel hay varios maniquíes con los personajes de las historias más recordadas: amén de los protagonistas, puedes encontrarte de frente con la Sra. Hudson, el ama de llaves, con Irene Adler, su rival en inteligencia, con su hermano Maycroft Holmes y con su némesis, el siniestro Dr. James Moriarty. Para mí fue muy grato ver representados tantos detalles. Al final, hay un acceso al ático donde si te atreves a subir una pequeña escalera, puedes ver las valijas, baúles y otros objetos. También se exhibe una colección de cartas escritas por el público a Sherlock Holmes. No cabe duda que hay quien confunde la ficción con la realidad.

Una vez que termina el recorrido, no hay que dejar de visitar la tienda del Museo. Ahí encuentras un sinfín de souvenirs tales como bombines, gorros y pipas por si te quieres caracterizar, pequeñas reproducciones del violín de Holmes, abrecartas, estatuillas de los personajes, juegos de naipes, bolígrafos, marcalibros y, por supuesto, la colección completa de los misterios que Sherlock Holmes resolvió.

A través de un panel de cristal desde la tienda se ve una biblioteca de antaño en la que sin mucho esfuerzo puedes imaginarte al buen Sherlock discutiendo con Watson. Pero lo más simpático es hacer una “escala técnica” pues el baño público bien podría ser una pieza de museo…  aunque afortunadamente funciona con tecnología del siglo XXI.
Si acaso han leído la versión original del llamado “canon holmesiano” compuesto por cuatro novelas y cincuenta y seis relatos, o son fans de la novedosa miniserie de la BBC “Sherlock”, o inclusive del famoso Dr. House, personaje basado en este célebre detective británico, bien vale la pena lanzarse a este pequeño pero entretenido lugar.  

Lo que sí hay que destacar como nota cultural es que la célebre frase «Elemental, mi querido Watson» ("Elementary, my dear Watson") no aparece en obra alguna de Conan Doyle sobre Sherlock Holmes… a que esa no se la sabían, ¿eh?

Próximo capítulo: La caballería de la Reina


 

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