India
2013, Capítulo 17: Amanecer en el Ganges
Una vez más nos levantamos súper temprano… ¡a estas
alturas sabía que iba a necesitar vacaciones de estas vacaciones!
Confieso que soy nerd y en mi mente tengo una
“colección” de lugares y experiencias especiales vividas o por vivir. Soy fan
de hacer listas de las ciudades más cosmopolitas, los sitios arqueológicos más
relevantes, los sitios históricos que cambiaron al mundo, las maravillas naturales
más impresionantes y, por supuesto, los ríos no se quedan fuera. Hasta ahora he ido
tachando de la lista de pendientes algunos de ellos, entre los más importantes:
Támesis, Sena, Danubio, Rin, Volga, Amazonas, La Plata, Paraná, Bravo,
Éufrates, Nilo, Zambeze. Y este día llegaba el turno de uno de los más
intrigantes: el Ganges.
Haram, nuestro guía, nos contó un poco de la
historia de este río. Resulta que su nombre proviene de la palabra sánscrita gáṅgā,
que significa “va, va” (o sea, que se mueve rápidamente). Nace en el Himalaya
occidental, y tras 2,510 kms. desemboca formando, junto con el río Brahmaputra,
el mayor delta del mundo: el delta del Ganges, en el golfo de Bengala. El
Ganges y sus afluentes drenan una fértil cuenca de 907,000 km² que soporta una
gran concentración de población, con una de las más altas densidades del mundo
(nomás para que se den una idea, en el año 2005 una de cada doce personas del mundo vivían en la región). Su profundidad
media es de 16 m y la máxima es de 30 m.
El principal destino de los peregrinos que visitan
la ciudad son los ghats, nombre que reciben las escaleras de piedra que
descienden hasta el Ganges. Cada una de estas escalinatas, construidas en el
siglo XVIII, tiene un nombre y una función especial. Los ghats de Mani Karnika
y Harischandra son los crematorios principales. En el ghat de Pancha Ganga se
cree que convergen cinco ríos sagrados. En total, la ciudad cuenta con más de
100 ghats.
Aún estaba oscuro cuando iniciamos el descenso para tomar
una barcaza a fin de navegar por el Río. Haram callejoneó un poco para
dirigirnos primero a un pequeño templo donde un sacerdote hindú nos marcó la
frente con un punto rojo y nos dio su bendición y algunos dulces (me los comí pensando que si el agua que tomé en el Templo Dorado no me había hecho nada, pues esto también debía ser amigable). Al llegar a
la orilla, varios niños se nos acercaron para vendernos unas ofrendas de flores
para la diosa Ganga.
Al fin pasamos por varias barcazas para llegar a la
nuestra y sentarnos tranquilamente. Como he dicho antes, Varanasi –la ciudad de
Shiva- es una de las siete ciudades sagradas de los hindúes. Según el
hinduismo, todo aquel que muera ahí (o a menos de sesenta kilómetros de la
ciudad), queda liberado del ciclo de las reencarnaciones. Los baños en el río
Ganges se consideran purificadores de los pecados. Según la tradición, todo
hinduista debe visitarla al menos una vez en la vida. Todas estas creencias han
convertido la ciudad en el destino de enfermos y ancianos, que quieren pasar
sus últimos días en la ciudad santa. Curiosamente, ¡el Ganges reúne las cenizas
de dos de mis grandes héroes: Mahatma Gandhi y George Harrison!
Durante el recorrido pudimos observar a hombres y
mujeres realizando sus baños purificadores en el río a la vez que rendían
tributo al dios del Sol, Surya. También nos tocó ver a los pequeños alumnos de un Ashram, quienes estudian para convertirse en sacerdotes brahamanes. Haram nos contó que en el hinduismo todo ritual
tiene una base de usos y costumbres. Por ejemplo, el hecho de que estos baños
purificadores se realicen al amanecer obedece a que a la gente le hace bien
tomar baños de sol al mismo tiempo que hace
abluciones con el agua del Ganges pues viniendo de los glaciares de los
Himalayas, contiene minerales que ayudan a la digestión y a mantenerse
saludable.
Asimismo, la pasta amarilla que utilizan para marcar la frente de
los peregrinos que acuden a los ghats contiene una mezcla de madera de sándalo
y azafrán. La madera de sándalo es mayormente conocida por su propiedad de
mantener una temperatura fría y el azafrán le dá el color amarillo. Esto se usa
en la cabeza pues ayuda a conservar la calma necesaria para la meditación
temprana. Por cierto, en la calle te venden unas varitas de un árbol sagrado que te sirven de cepillo de dientes.
Hoy en día, el Ganges está bastante contaminado, sin
embargo, los hindúes no están tan equivocados al pensar que sus aguas son
sanadoras. Está científicamente comprobado que su caudal contiene una especie
de bacteria benigna que disuelve los desechos orgánicos por lo menos siete
veces más rápido de lo que lo hacen el resto de los ríos del mundo.
El peligro
entonces no es realmente el tema de las cremaciones y los peregrinos bañándose,
sino de la industria moderna. El gobierno de India ha tratado de ayudar a
resolver este tema sin demasiado éxito y la gente continúa acudiendo a la diosa
Ganga sin importarle demasiado contraer enfermedades… ¡supongo que la fe ayuda
a mantenerlos saludables porque no hay registro alguno de epidemias en la zona!
Recorrimos el río observando cómo la gente se baña,
hace abluciones y hasta lava su ropa, los sadús (hombres santos) y sacerdotes acuden
a ayudarles a realizar sus rituales. Al regreso y
antes un sol naciente, dejamos nuestras ofrendas en el río y las miramos reunirse
con otras tantas de muchos peregrinos y turistas. Tuvimos también oportunidad
de ver algunos comerciantes que, tipo Xochimilco, llevaban artefactos propios
de las ofrendas en barcazas y se acercaban a ofrecerlas en venta.
Antes de atracar, pasamos por el crematorio más
importante de la ciudad, que trabaja 24 horas los 7 días de la semana y curiosamente es manejado por una familia de la casta más baja. Nos tocó
ver los montones de madera que se utilizan para quemar los cuerpos y hasta un
conjunto de hombres esperando el inicio de la cremación de un difunto al que
sólo le vimos la tela en la que estaba envuelto entre dos montones de madera. Puedo
decir que fue bastante impresionante observarlo.
Debido a los “méritos” obtenidos al morir en su
hogar entre sus seres queridos, los hindúes tratan de morir en el hogar. Cuando
la muerte es inminente, la persona se coloca en su cuarto o en la entrada de la
casa con su cabeza frente al este. Se enciende una lámpara de aceite cerca de
su cabeza y se llevan a cabo cánticos y oraciones. La familia construye un homa
o fuego ritual para bendecir las nueve “kumbhas” o vasijas de cobre y una de
arcilla, llenas de agua. El hijo mayor en el caso de la muerte del padre y el
hijo menor en el caso de la muerte de la madre es nombrado “doliente principal”
y es el encargado de dirigir los ritos.
El cuerpo se lleva a la parte trasera de la casa, se le quita la ropa, se asea con el agua de las nueve kumbhas y se envuelve en una tela blanca. Se le aplica aceite de sésamo en la cabeza y se coloca el cuerpo en un palanquín. Los niños pequeños sostienen luces de bengala y dan vueltas alrededor del cuerpo cantando himnos. Las mujeres caminan alrededor del cuerpo y colocan granos de arroz en la boca para alimentar al cuerpo en su travesía. Sólo los hombres asisten a la cremación. Se trasladan dos vasijas, una de arcilla y otra con cenizas del homa. Se le dan tres vueltas al cuerpo alrededor de la pira funeraria en sentido contrario a las agujas del reloj.
El cuerpo se lleva a la parte trasera de la casa, se le quita la ropa, se asea con el agua de las nueve kumbhas y se envuelve en una tela blanca. Se le aplica aceite de sésamo en la cabeza y se coloca el cuerpo en un palanquín. Los niños pequeños sostienen luces de bengala y dan vueltas alrededor del cuerpo cantando himnos. Las mujeres caminan alrededor del cuerpo y colocan granos de arroz en la boca para alimentar al cuerpo en su travesía. Sólo los hombres asisten a la cremación. Se trasladan dos vasijas, una de arcilla y otra con cenizas del homa. Se le dan tres vueltas al cuerpo alrededor de la pira funeraria en sentido contrario a las agujas del reloj.
El cuerpo se coloca sobre la pira y los hombres
colocan más arroz sobre el cuerpo, lo cubren con madera, incienso y ghee
(mantequilla clarificada). El doliente principal se coloca la vasija de arcilla
sobre su hombro izquierdo dando vueltas alrededor de la pira, a cada vuelta, un
familiar abre un hueco sobre la vasija con un cuchillo, dejando caer el agua,
cuyo significado es que la vida está dejando su contenedor. Luego se deja caer
toda el agua. Luego sin voltear a ver el cuerpo, enciende la pira y comienza la
cremación. Doce horas después de la cremación, la familia regresa a recoger los
restos. Se rocía agua sobre las cenizas y pedazos de huesos y se recogen en una
bandeja. Algunos llevan los restos al Ganges, algún río auspicioso o al océano
donde se arrojan con flores y guirnaldas.
Al final del viaje, nos bajamos en un ghat al lado
del crematorio donde había un templo semi-hundido en el agua. También notamos
unas canastas colgando de varios postes. Haram nos explicó que en ellas se
prenden luces para que las almas perdidas que llegan a Varanasi buscando su
liberación del ciclo kármico, sean guiadas al cielo. Puedo decir que valió la
pena desvelarse para vivir algo tan distinto de lo que estoy acostumbrada…
Próximo capítulo: Las calles de Varanasi
Me gusta mucho lo que escribes, me parece muy interesante el conocer más sobre las creencias,tradiciones y ritos, ciertamente aún siendo purificador este río, con todo respeto, no me atrevería a darme un baño. Gracias por compartinos.
ResponderBorrarCuando aduve por ahí, a mi me tocó ir primero de noche... llegamos a ver la última ceremonia del fuego de ese día y después nos embarcamos... Para mi fue muy impresionante estar en el Ganges si poder ver nada más que nuestras velitas en las ofrendas que dejamos ahí para nuestros propios muertitos (mi papá que acababa de fallecer)... Nunca voy a olvidar esa noche.
ResponderBorrarAl día siguiente temprano seguramente hicimos un recorrido similar y nos tocó también ver a lo lejos una cremación... Pero lo más simbólico de la visita al Ganges fue que al mismo tiempo de la cremación, por un lado, algunos se bañaban en los ghats y al otro lado del río, varios niños nadaban y echaban relajo con un perrito que también se metió a nadar... Se me hizo un ejemplo muy claro de la naturalidad con la que los hinduístas ven la vida y la muerte... siempre conviviendo juntas. Creo que así deberíamos de verlo todos los seres humanos.