domingo, febrero 23, 2014

Se dice que el elefante indio llora a veces. ~Charles Darwin

India 2013, Capítulo 13: Paseo en elefante

 
Dejamos atrás el Palacio de Jaipur para dirigirnos al campo Rajput (llamado así en honor a una casta guerrera hindú que se definían como descendientes del sol, la luna y el fuego) en las afueras de la ciudad con el propósito de realizar un breve safari -palabra que significa “viaje” en suajili- en elefante y almorzar al término de esta actividad.
Cabe mencionar que Jaipur es famoso por la celebración anual del Festival del Elefante que coincide con el Holi o fiesta de los colores. El 19 de marzo, los elefantes marchan en una multitudinaria procesión, muy vistosa y fotogénica, acompañados por bailarinas y músicos que realizan cantos y danzas tradicionales. Son característicos los jinetes y acompañantes, con sus impecables turbantes rojos. El sonido de las trompetas (llamadas “bankiya”) ofrece una atmósfera única. Los elefantes, que siempre son hembras, caminan majestuosos, engalanados con joyas, flores, palanquines, pinturas de colores y telas. No en vano el elefante ha sido un símbolo de la realeza y un bien muy preciado para los maharajás. A veces incluso se unen al desfile otros animales, como caballos o camellos. También participan en espectaculares deportes, como carreras de elefantes, partidos de polo o incluso peleas de elefantes, para las que en ocasiones son vestidos de guerra, con caparazones o armaduras como las que antaño presentaban en las batallas.
 
Para ponerles en contexto sobre los elefantes indios, les cuento que son más pequeños que los africanos pues alcanzan 2 a 3.5 metros de altura frente a los 2.7 a 4 metros de sus parientes del continente negro. Tienen la cabeza abombada, orejas más pequeñas y redondeadas que no cubren los hombros, espalda arqueada y cola proporcionalmente más larga, aunque también coronada por un penacho de pelos negros, los únicos de longitud considerable en su piel dura, gruesa y correosa. No todos los elefantes presentan colmillos aunque, si los tienen, son largos y de buen tamaño en la mayoría de los machos; las hembras con frecuencia carecen de ellos. De longitud en la cabeza y el cuerpo miden de 5.5 a 6.4 metros y la cola alcanza de 1.2 a 1.5 metros. Los pies de sus patas delanteras tienen cinco dedos en forma de pezuña, y los de las patas traseras, cuatro.  Les comparto una foto del elefante de madera que trajimos de recuerdo del safari.
A pesar de sus 5 toneladas de peso, los elefantes indios se mueven con relativa agilidad y de forma bastante segura, incluso en terrenos montañosos. La velocidad promedio de la marcha es de 5 a 6 kilómetros por hora, aunque pueden correr a más de 40 km/h si se asustan o enfadan. Son buenos nadadores. Los elefantes salvajes viven en los bosques tropicales asiáticos, donde se alimentan de una amplia gama de hojas y frutas, en manadas compuestas por hembras (entre las que se encuentra una más vieja, la matriarca, que dirige el grupo), sus crías y a menudo un macho viejo, acompañado ocasionalmente de otro joven. La mayoría de los machos, sin embargo, abandonan el grupo cuando llegan a la adolescencia y llevan a cabo una vida solitaria, acercándose solamente a las manadas de hembras cuando perciben por infrasonidos que una de ellas desea reproducirse. Entonces los machos compiten entre sí, y el que resulte vencedor se aparea con la hembra en caso de que ella lo acepte (cosa que tampoco sucede a menudo). Después de 22 meses nace una única cría cuyo periodo de lactancia dura hasta los 5 años, aunque puede seguir a la manada a los 3 ó 4 días de nacer y hacia los 6 meses ya comienza a ingerir materia vegetal. Las crías son vulnerables a los ataques de los leopardos y especialmente de los tigres, por lo que los integrantes de la manada cooperan para no perder de vista a los más pequeños.
El elefante indio ha sido domesticado desde tiempos muy antiguos y se utiliza para transportar carga o personas. Formaron parte importante de las tropas de Ciro el Grande, Alejandro Magno y Pirro de Epiro, entre otros reyes de la antigüedad. Hoy en día se les puede ver en espectáculos circenses y en safaris turísticos como el que nosotros tomamos. Tristemente, los elefantes se reproducen rara vez en cautividad, por lo que la gran mayoría de los domesticados fueron capturados ya adultos. El método tradicional para hacerlo es el kedah, de origen indio, en el que los hombres rodean una manada y la van empujando hacia un redil de madera, donde separan los individuos más interesantes y devuelven el resto a la selva. Los individuos escogidos son encadenados a un árbol y aislados mientras se habitúan a la gente. Unos días después reciben la visita del mahout (montador de elefantes), sentado inicialmente sobre otro elefante domesticado, que comienza su adiestramiento. Pasará un tiempo antes de que los elefantes permitan al mahout sentarse sobre su lomo y posteriormente sobre su cuello, momento a partir del cual ya son totalmente dóciles y obedientes.
Los elefantes indios son profundamente respetados en Oriente como símbolo de salud y fuerza. El dios Ganesh del hinduismo tiene cabeza de elefante; en el budismo, los elefantes blancos son sagrados porque se dice que la madre de Buda, Maya, quedó embarazada de él tras soñar que un elefante albino se introducía en su matriz (yo más bien diría que tuvo una pesadilla, pero ahí cada quién). Este respeto se ha visto acrecentado por el hecho de que los elefantes indios pueden captar infrasonidos y vibraciones del suelo, lo que les permite alertar de uno de los frecuentes terremotos que se abaten sobre su zona de distribución antes de que los humanos sospechen siquiera que vaya a producirse. Antes de que el gran tsunami de las navidades de 2004 se estrellara contra las costas de Tailandia, los elefantes que formaban parte de una excursión turística "lloraron" según sus cuidadores y, agarrando a los turistas con la trompa los subieron uno a uno sobre su lomo para después huir tierra adentro, salvándoles la vida. ¡Yo quiero adoptar uno para tenerlo en mi oficina en caso de sismo!
 
Llegando al campo, nos presentaron a Laksmí, la elefanta que nos daría un paseo de 30 minutos. A fin de que Laksmí –llamada así en honor de la consorte eterna del dios Visnú, y diosa de la belleza y de la buena suerte- no nos viera con desconfianza, procedimos a ofrecerle plátanos. Inocentemente, yo pregunté si debía pelar la banana antes de dársela, a lo cual el guía sonrió de buena gana y me dijo, “no te preocupes, se la comerá con todo y cáscara”. Acto seguido, acerqué la fruta a su trompa y gentilmente la tomó para llevársela a la boca y comérsela entera en un santiamén.  
Mi hermana hizo lo mismo y después de sacar algunas fotos, nos condujeron a una plataforma a fin de facilitarnos subir al palanquín colocado en su lomo. El conductor de Laksmí nos instruyó pacientemente sobre  cómo acomodarnos y nos dio un paraguas a cada una pues los rayos del sol estaban fuertes. Una vez seguras de no caernos, proseguimos a dar el citado paseo. La plataforma no es muy cómoda pero el viaje resultó placentero. A mitad del camino, el conductor amablemente nos sacó una foto de recuerdo que aquí pueden ver.
 





Terminado el paseo, nos sirvieron un almuerzo bastante sustancioso y mi hermana adquirió una playera de Elephant Polo que por supuesto provoca curiosidad en cualquiera que se la vea puesta…

Próximo capítulo: La magnificencia del Fuerte Amber




 

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