2013, Capítulo 4: Mi nombre es Sherlock Holmes y mi negocio es saber lo que otras personas no saben
Para quienes hemos disfrutado leyendo los relatos de
Sir Arthur Conan Doyle, la dirección “221b Baker Street” es definitivamente familiar
ya que este brillante médico y autor escocés situó en ella la casa de sus
personajes más famosos: el detective Sherlock Holmes, que destaca por su
inteligencia, su hábil uso de la observación y el razonamiento deductivo para
resolver casos difíciles, y su gran cronista, el Doctor John H. Watson. Sir
Arthur Conan Doyle fue un autor prolífico que, además de crear a Sherlock
Holmes, escribió obras de ciencia ficción, novelas históricas, teatro y poesía.
Fue justo hacia allá donde esa mañana nos dirigimos para
visitar el Museo de Sherlock Holmes que por supuesto está en la calle Baker pero,
he de aclarar que el número 221b nunca existió. En la época Victoriana, esta
concurrida calle corría de Norte a Sur iniciando la numeración en el número 1 y
terminando en el 85; cuando los edificios fueron renumerados en 1930, haciendo
de ella una calle más extensa, una gran parte del bloque 200 fue asignada a un
edificio Art Decó conocido como Abbey House, construido en 1932 para la Abbey Road
Building Society (más tarde el banco Abbey National).
Este edificio fue ocupado por dicha sociedad hasta
2002, con los números 215 a 229: fue así como esta residencia se hizo real.
Casi de inmediato la residencia comenzó a recibir cartas dirigidas a Sherlock Holmes
de personas del mundo entero. El volumen era tal que acabaron creando un
"Secretariado para Sherlock Holmes" para organizar toda la
correspondencia. En 1999, Abbey National patrocinó la creación de una estatua
de bronce, de casi tres metros, de Sherlock Holmes, que puede ser vista hoy en
la entrada de la estación de metro de Baker Street.
Hoy en día, la propiedad que hospeda al Museo
Sherlock Holmes se encuentra muy cerca de Abbey House (el número real de la
dirección del museo es 239 Baker Street) y es una casa construida en1815. Su
interior se mantiene para la posteridad exactamente como Conan Doyle describió
la vivienda de sus célebres personajes y, con la debida aprobación de la ciudad
de Westminster, tiene una placa que le acredita como “221B”.
Si alguien tiene problemas para imaginarse
regresando en el tiempo, al llegar a la renombrada dirección un actor vestido
de oficial de la policía victoriana le recibirá en la mismísima puerta. Los
boletos se adquieren en la tienda del museo y la fila es bastante larga pues la
casa en sí no es grande así que el “constable” se dedica a controlar el acceso
a fin de que los visitantes puedan disfrutar de su tour en grupos pequeños para
evitar estar encima unos de los otros.
Otro detalle es la tienda de The Beatles es vecina
de Sherlock Holmes, así que brinda un buen entretenimiento… yo adquirí unos
lentes tipo John Lennon mientras esperábamos que nos dejaran pasar. Otro vecino
curioso es un lugar donde se exhiben los objetos que la gente ha perdido en el
Tube (el metro de Londres). Por el aspecto de los que vimos en la vitrina, ¡tienen
inventariadas cosas que se perdieron desde que el sistema de transporte entró
en funcionamiento en 1863!
Después de una espera de 45 minutos, logramos entrar
a la estrecha casa. En serio fue como viajar a la época victoriana. Los muebles
y los objetos en verdad datan de esos años y hacen referencia a las aventuras
de Holmes y Watson con estudiada precisión. Está el maletín del Dr. Watson con su instrumental médico y un libro que guarda una pistola en su interior;
en el tapiz puedes encontrar las siglas “VR” de Victoria Regina, hay
espejos con velas a la usanza de la época pues no había luz eléctrica, y
encuentras un elegantemente disimulado inodoro ¡dentro de la habitación!
En el segundo piso hay una pequeña sala de estar donde
puedes sentarte y tomarte una foto con el bombín de Watson o la gorra y pipa de
Holmes, a gusto del consumidor. En el tercer nivel hay varios maniquíes con los
personajes de las historias más recordadas: amén de los protagonistas, puedes
encontrarte de frente con la Sra. Hudson, el ama de llaves, con Irene Adler, su
rival en inteligencia, con su hermano Maycroft Holmes y con su némesis, el siniestro
Dr. James Moriarty. Para mí fue muy grato ver representados tantos detalles. Al
final, hay un acceso al ático donde si te atreves a subir una pequeña escalera,
puedes ver las valijas, baúles y otros objetos. También se exhibe una colección
de cartas escritas por el público a Sherlock Holmes. No cabe duda que hay quien
confunde la ficción con la realidad.
Una vez que termina el recorrido, no hay que dejar de visitar la tienda del Museo. Ahí encuentras un sinfín de souvenirs tales como bombines, gorros y pipas por si te quieres caracterizar, pequeñas reproducciones del violín de Holmes, abrecartas, estatuillas de los personajes, juegos de naipes, bolígrafos, marcalibros y, por supuesto, la colección completa de los misterios que Sherlock Holmes resolvió.
A través de un panel de cristal desde la tienda se
ve una biblioteca de antaño en la que sin mucho esfuerzo puedes imaginarte al
buen Sherlock discutiendo con Watson. Pero lo más simpático es hacer una “escala
técnica” pues el baño público bien podría ser una pieza de museo… aunque afortunadamente funciona con tecnología
del siglo XXI.
Si acaso han leído la versión original del llamado “canon
holmesiano” compuesto por cuatro novelas y cincuenta y seis relatos, o son fans
de la novedosa miniserie de la BBC “Sherlock”, o inclusive del famoso Dr.
House, personaje basado en este célebre detective británico, bien vale la pena
lanzarse a este pequeño pero entretenido lugar. Lo que sí hay que destacar como nota cultural es que la célebre frase «Elemental, mi querido Watson» ("Elementary, my dear Watson") no aparece en obra alguna de Conan Doyle sobre Sherlock Holmes… a que esa no se la sabían, ¿eh?
Próximo capítulo: La caballería de la Reina