India 2013, Capítulo 5: El Templo Dorado
Después de un breve recorrido en auto desde el hotel,
nuestro guía local nos condujo hacia la entrada principal del complejo donde se
encuentra el Templo Dorado, visitado diariamente por un promedio de 100,000
personas. Antes de llegar, pasamos por un puesto callejero para adquirir una
especie de paliacate con el símbolo Sij que debíamos utilizar para cubrirnos la
cabeza, que más que hacernos ver como fieles peregrinos nos hizo parecer fans
de Harley Davidson. Llegando a la entrada del complejo, dejamos zapatos y
calcetines en custodia pues al ingresar debes purificar los pies en agua de una
pileta especial y permanecer descalzo durante toda la visita.
Vista del complejo y sus guardias sijes |
Ya en traje de carácter, nos adentramos al complejo llamado
Gurdwara. Dentro del mismo se encuentra el Museo Central Sij y varios
santuarios dedicados a gurús, santos y mártires sijes. Asimismo, hay tres
árboles benditos que conmemoran eventos históricos de esta comunidad y varias
placas con inscripciones honrando a los soldados sijes que murieron en la
primera y segunda guerras mundiales.
No existen restricciones de acceso, excepto por la
observancia de las normas de conducta básicas como cubrirse la cabeza, no usar
zapatos, vestirse de manera modesta, ser prudente, sentarse en el piso como
muestra de respeto al Adi Granth -la escritura sagrada de los sijs, y que es
considerada por ellos como el actual gurú o guía espiritual- y a Dios, no beber
alcohol, comer, fumar o drogarse.
El Harimandir Sahib o “Templo de Dios” que guarda la
sagrada escritura es una edificación
mediana de tres niveles, ubicada en medio de un estanque artificial llamado
"piscina de néctar”. Seguro recuerdan que ése es el significado de
Amritsar, el nombre de la ciudad que lo hospeda… aunque realmente la ciudad fue
nombrada así por el estanque. Vista del templo dorado rodeado del amritsar |
Alrededor del amritsar se encuentran edificios
totalmente blancos, lo cual ayuda enormemente a que el dorado del templo brille
más y se refleje en el agua, creando un efecto óptico asombroso. La arquitectura
del templo en sí es única ya que la base de su edificación está un nivel por
debajo del terreno firme que lo rodea. Esto tiene el propósito de ser una
lección de humildad pues hay que agacharse para entrar. Asimismo, cuenta con
cuatro accesos – norte, sur, este y oeste- simbolizando que personas de
cualquier creencia, nacionalidad, sexo, color o raza son igualmente
bienvenidas. La armónica mezcla de elementos musulmanes e hindúes es considerada
uno de los mejores ejemplos arquitectónicos del mundo, tan influyente que se
dice que creó una escuela sij independiente en la historia del arte indio.
Después de admirar el complejo, como buenos
visitantes, nos formamos en la fila junto con los peregrinos -los sijs deben
viajar a este templo al menos una vez en la vida- para cruzar un puente que
conecta el complejo exterior con el templo. Este puente se utiliza diariamente
para llevar el libro sagrado desde un lugar seguro en uno de los edificios
exteriores al templo por la mañana en una ceremonia al amanecer, y devolverlo,
con otra ceremonia, al anochecer. Al
llegar al templo, el guía nos explicó que la base está hecha de mármol de
Macrana (cantera cercana a la ciudad de Jaipur de donde también se extrajo la
materia prima del Taj Mahal) y tiene incrustaciones de piedras preciosas. La
parte superior, está recubierta de oro (de ahí lo “dorado” del templo). El templo en sí no es muy grande. En el nivel principal se encuentra un gurú dando lectura el libro sagrado de forma continua, rodeado de fieles que expresan su fervor con cánticos. Su lectura se traduce al hindi, al inglés y al sánscrito y se puede seguir a través de una espectacular pantalla de plasma fuera del templo, a la vista de todos los visitantes.
El interior del templo está exquisitamente adornado
y la vista desde la parte superior es increíble. Los peregrinos llevan a cabo
rituales de purificación con distintos instrumentos o se sientan
respetuosamente a escuchar al gurú. El ambiente es totalmente tranquilo y
gentil; te inspira a quedarte un buen rato, cerrar los ojos y meditar… es una
experiencia difícil de describir pero que llena el alma.
Al salir del templo, procedimos a cruzar el puente
de regreso para probar la “santa comunión sij” que consta de la repartición de
una preparación pastosa de semolina y piloncillo bastante rica, servida en
hojas de alguna planta; luego, acudimos a probar agua pura (conste que sí lo
era porque nos refrescó sin hacernos daño alguno). Y cuando yo pensaba que eso era el ritual final de la visita, el guía nos llevó a un espacio dentro del mismo complejo, que fue lo que más me sorprendió. Nos explicó que el mantenimiento del templo se realiza exclusivamente por mano de obra de sijs voluntarios, con fondos provenientes de donaciones hechas por los sijs de todo el mundo. Pero no solo se usa el dinero para el mantenimiento físico del complejo, sino que el templo opera 24 horas, siete días a la semana todo el año, un comedor gratuito para los peregrinos que lo visitan.
Voluntarios preparan los ingredientes, cocinan menús
que cambian cada hora, sirven la comida, lavan los platos… para unas 45,000
personas al día. ¡Y es todo un espectáculo! Primero visitamos lo que yo insistí
en llamar “mega tortillería india” donde se cuecen un infinito número de
“chapatis” (tipo de pan indio).
Enseguida, vimos largos corredores donde muchos voluntarios pelaban ajos, zanahorias, lavaban lentejas, cortaban cebollas… todos sonrientes y platicando, al mismo tiempo que trabajaban arduamente.
Enseguida, vimos largos corredores donde muchos voluntarios pelaban ajos, zanahorias, lavaban lentejas, cortaban cebollas… todos sonrientes y platicando, al mismo tiempo que trabajaban arduamente.
Después,
vimos el comedor donde la gente estaba sentada tranquilamente en el piso a que
los voluntarios gentilmente les sirvieran en platos de metal. Por último… lo
que yo más le huyo en la vida cotidiana: ¡voluntarios lavando verdaderas
montañas de platos y utensilios!
Honestamente, esta experiencia me hizo admirar al templo más allá de su belleza arquitectónica o su importancia religiosa… ¡me hizo verlo como un ejemplo viviente de cómo las acciones dicen más que las palabras! ¿A ustedes no?
Próximo capítulo: En la vida todo es cuestión de perspectiva y el bizarro cambio de guardia en la frontera con Pakistán...
Me encanto! Gracias!
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