martes, septiembre 16, 2014

El cielo nunca da lugar a la tierra, por lo que la tierra debe dar lugar al cielo. ~Proverbio taoista


China 2012, Capítulo 9: El Templo del Cielo


Al salir de la Ciudad Prohibida, Oscar se ganó un lugar célebre en nuestra vida al pronunciar la siguiente letanía enumerando los peligros que nos asechaban en esta poblada y desordenada ciudad cada vez que nos preparábamos a cruzar la calle: “Cuidado: Autobús, moto, bicicleta, ¡chino!” A la fecha, la repito en mi mente, sólo cambiando el gentilicio y aumentando obstáculos según corresponda. Desde entonces, adoptamos la costumbre de sólo cruzar al lado de un chino, procurando que él estuviera del lado del tráfico para que fuera nuestro escudo (lo sé, no suena muy amable pero les aseguro que lo hacíamos en defensa propia).

Después de comer, Oscar nos llevó en el auto a través de varios atajos para poder llegar a nuestra siguiente escala: El Templo del Cielo, al sur de Pekín. Este conjunto de edificios construido en 1420 es el mayor templo de su clase en toda China. Fue utilizado por los emperadores de la familia Ming y los de la Qing para orar por las cosechas en primavera y dar las gracias al cielo por los frutos obtenidos en el otoño.

Como siempre, las edificaciones están llenas de simbolismos: el gran complejo está rodeado de una muralla interior y otra exterior formadas por una base rectangular que significa la tierra y rematadas con formas redondeadas para simbolizar el cielo. Las murallas dividen el recinto en dos zonas: la interior y la exterior.

El terreno es enorme. En la parte exterior se extiende un gran parque entre cuyos árboles endémicos se pueden encontrar algunos troncos milenarios. La gente se reúne a hacer tai chi, tomar té, comprar juguetes (yo estuve a punto de comprar un dragón tejido muy simpático), contarse el último chisme, tocar música utilizando instrumentos antiguos y disfrutar de juegos de mesa al aire libre. Presenciamos una especie de ritual que por su precisión me recordó aquella tira de Mafalda donde expresaba que si los chinos se ponían de acuerdo y un día saltaban todos al mismo tiempo, eran capaces de mover el axis de la tierra…

Recorrimos la zona interior del conjunto para ver el templo circular llamado Qi nian dian, el edificio más conocido de todo el conjunto, y uno de los más representativos de la ciudad de Pekín. Se trata de un edificio circular, de un diámetro de 30 metros y una altura de 38 metros. Cada tramo de las escaleras que conducen a lo alto del altar está formado por 9 peldaños ya que los chinos consideran el número 9 como el número de la buena suerte. Está construido sobre tres terrazas circulares de mármol blanco. El edificio se sostiene sobre 28 pilares de madera y muros de ladrillo. No hay ninguna viga. Subimos la gran escalera para visitar el interior en el que nos encontramos con un salón de triple tejado construido con tejas de color azul y rematado por una bola dorada en su cúpula. La acústica especial del lugar permite que, si alguien habla desde el centro del altar, el sonido aumente y se escuche desde todos los ángulos.

El otro edificio que me llamó la atención fue el de la Bóveda Imperial del Cielo pues ahí es donde los emperadores rendían homenaje a sus antepasados. Curiosamente, la Bóveda está rodeada por el muro del eco: una singular construcción redonda de unos 60 metros de diámetro. Probamos con éxito la teoría de que uno puede colocarse en cualquier punto del muro y su voz oírse claramente en el punto opuesto ya que el sonido se transmite recorriendo la pared… ¡impresionante!

Antes de dejar el templo vimos La Piedra Central del Cielo: un punto que simboliza el noveno cielo para los chinos. Mucha gente se estaba sacando fotos así que Oscar nos animó a verlos de cerca y estuvimos un rato observándolos hasta que llegó la hora de marcharse.

Saliendo del conjunto nos encontramos con un junípero de más de 500 años, protagonista de una leyenda que, según Oscar, dice que está poseído por nueve dragones cuyas garras se pueden palpar aun hoy en su deformado tronco.

Al ir al exterior para encontrarnos con el chofer que nos llevaría de vuelta al hotel, nos encontramos con varios chinos que estaban escribiendo mensajes en caligrafía china en el pavimento utilizando grandes pinceles y agua. Aquí les dejo el video.

La verdad es que, no siendo fanática del estilo chino, tengo que reconocer que este templo es realmente hermoso y disfruté contemplándolo… ¡a lo mejor es cierto que es celestial!

Siguiente capítulo: Caminar la Gran Muralla

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