domingo, julio 06, 2014

Por muy lejos que el espiritu vaya, nunca irá más lejos que el corazón. ~Confucio

China 2012, Capítulo 2: Nihao Shanghai


Después de un largo, larguísimo viaje al fin aterrizamos en el Aeropuerto Internacional de Pudong para visitar nuestra primera escala en China. Pero, antes de hablar sobre Shanghai, aclararé que el nombre oficial del país es República Popular China. Pero ¿de dónde viene la palabra “China”? Pues resulta que el primer registro de este término data de 1516, en el diario del explorador portugués Duarte Barbosa. Se cree que la palabra proviene del nombre de la dinastía Qin (, Chin), que reinaba por esas fechas. Sin embargo, el nombre común para el país en chino es Zhongguó que significa “nación central”… ¡el ego humano, siempre presente!
Nihao
Ahora sí, sobre Shanghai: es la ciudad más poblada de China –a finales de 2013 el número de residentes se registró en 24.15 millones. Al llegar pudimos constatar que los chinos son bastante eficientes en sus trámites migratorios. Una cosa extraña que vimos son unos sensores que miden la temperatura de cada visitante a fin de identificar si alguien tiene fiebre… supongo que es un tema relacionado con la famosa gripe aviar que tantos estragos causó en Asia. Eso sí, había un lindo letrero que gentilmente nos enseñó nuestro primer vocablo en chino: Nihao (equivalente a nuestro “hola”).
Después de pasar migración, recolectamos nuestras maletas y nos dirigimos a la salida para encontrarnos con el agente enviado por el operador local de viajes. Una vez que lo encontramos, nos condujo hacia el auto en el que iríamos a nuestro hotel. Hubiera preferido hacer el trayecto en el famoso tren maglev pero desafortunadamente esa experiencia quedará pendiente para otro viaje. Maglev es la abreviatura de "Levitación Magnética"; básicamente, el tren es elevado por potentes imanes que proporcionan la propulsión y elevación. Hay rieles para "orientar" el tren, pero el tren no tiene ruedas que hagan contacto con los rieles, asimismo el tren se eleva y "flota" en este campo magnético. La principal ventaja es que el tren puede alcanzar velocidades muy altas, ya que está esencialmente "volando" a baja altitud dentro del campo de los rieles. Es diferente de los trenes comunes o los automóviles regulares, en que no tiene contacto ninguno con la superficie que crea fricción y lo desacelera. El de Shanghai va a una velocidad de 430 kilómetros por hora y hace 8 minutos del aeropuerto internacional a la estación que se encuentra en el centro de la ciudad, a unos 30 kilómetros. El viaje cuesta hoy en día unos USD 47 dólares. Si hubiera un tren como éste en México y hubiera una estación cerca de mi casa y otra cerca de la oficina, calculo que yo haría entre 3 y 4 minutos en mi ruta de 14 kilómetros (soñar no cuesta nada... el boleto sí sería caro).
Llegamos a nuestro hotel, nos registramos y nos fuimos directo a dormir después de acordar con el agente que veríamos a nuestro guía local a la mañana siguiente después del desayuno.

Yogur local
Después de desayunar, e incluir el yogur local para prevenir que nos cayera mal la comida, nos encontramos con nuestro guía quien se presentó como “Juan”. Obviamente no se llamaba Juan; la verdad es que los chinos que tienen contacto con visitantes tienen por costumbre elegir un nombre occidental que suene parecido a su nombre original a fin de facilitarnos un poco la vida. En fin… nuestro nuevo mejor amigo Juan nos platicó que él era chef y había vivido varios años en Barcelona, pero ante la crisis económica europea tuvo que volver a casa y tomar la chamba de guía de turistas. Para su buena suerte, aún hay pocos guías que manejen algo de español (inclusive, de inglés) y esta habilidad le generaba competitividad y le aseguraba un mejor ingreso. ¡Genial para él!
Abordamos el auto saludando al chofer con un utilísimo “Nihao” y un leve movimiento de cabeza que fueron recompensados con gestos similares.  Juan nos contó un poco sobre la historia de Shanghai. Literalmente, su nombre significa “sobre el mar”. Se ubica en el delta del Río Yangtsé, en la costa del mar oriental de China. La zona que hoy ocupa tiene asentamientos humanos desde el siglo XII. La gente que vivía ahí se dedicaba mayormente a la pesca y los textiles. Eso, hasta que en el siglo XIX el tratado de Nankín firmado en 1842 la convirtió de repente en un puerto de tráfico internacional. Desde entonces disfrutó de un enorme boom gracias a la inversión extranjera, misma que dejó de recibir en 1937 tras la Batalla de Shanghái al caer en manos de los japoneses. Esta ocupación duró hasta 1945. Durante y después de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en punto de refugio de miles de europeos. Con el triunfo de la Revolución China en 1949, muchos de los empresarios extranjeros desplazaron sus negocios a Hong Kong.

La suerte volvió a sonreír a Shanghai con las reformas de los 1990s cuando nuevamente un sinfín de empresas trasnacionales la eligieron como la sede para sus operaciones en este país. Hoy es un destino turístico y un centro cultural muy cosmopolita que compite enardecidamente con Hong Kong por el título de “estrella” de la economía de mayor crecimiento del mundo.

Juan nos dijo que dedicaríamos la mañana a conocer la parte nueva de la ciudad así que nos dirigimos hacia allá para visitar, entre otras cosas, el Jardín Yuyuan y el Shanghai World Financial Center.

Siguiente capítulo: Vértigo en el moderno Shanghai

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