China 2012, Capítulo 17: "Sí, ajá…" desde Guilin
Al llegar a Guilin
nos recibió una chica muy atenta que se presentó como nuestra guía local. Manejaba el español mejor que el resto de los guías. Verdad es que hablar chino, inglés y también español es admirable; sin embargo, tenía
una muletilla: decía “sí, ajá” cada dos palabras… tan frecuente era que,
después de dos días que pasamos con ella, juré que la frase sería parte de mi propio vocabulario de ahí en adelante.
Nos llevó al
hotel, que resultó ser local y bastante singular en su decoración. Fue
educativo comprobar que no sólo no entendemos el chino hablado sino que tampoco
comprendemos el lenguaje corporal de los habitantes de este país. Al llegar al
hotel, la guía tuvo una acalorada discusión con la persona de la recepción
del mismo. Como nos había indicado que no necesitaríamos proveerle de nuestra
tarjeta de crédito para registrarnos ya que su agencia era muy importante en la
ciudad, asumimos que sí se la habían solicitado y por eso el intercambio no era amable. Resultó que no: había sido una afectuosa conversación sobre si habían podido llevar un poco de pastel a nuestra habitación para celebrar el cumpleaños de mi hermana! ¿Cómo pudimos interpretar la situación tan poco atinadamente? ¡Fuif!
Al atardecer nos
dirigimos en una oscuridad medio iluminada por luces de colores hacia el
embarcadero a tomar un breve circuito denominado “Crucero de Dos Ríos y Cuatro
Lagos” que resultó altamente entretenido. Mientras un músico tocaba un
instrumento antiguo, pudimos cómodamente observar la naturaleza mezclada con
construcciones de fabricación humana como puentes y pagodas, todo en un
espectáculo de luz y sonido.
Casi a punto de dar
la vuelta, pudimos observar la antiquísima actividad de la pesca con
cormoranes. Igual que lo han hecho los últimos 1,300 años, los pescadores
acuden vestidos con traje tradicional remando balsas de bambú iluminadas por
lámparas sencillas. En las balsas llevan varios pájaros cormoranes a los que
animan con un palo para que se sumerjan en el agua y atrapen a los peces. Antes
los pescadores colocan un cordón alrededor de la garganta de las aves para que
no puedan tragar los peces grandes. Una vez que vuelven a la balsa, les sacan
la captura. Puede parecer cruel no dejarles alimentarse pero en este trabajo
conjunto, se ve que los pájaros están bien cuidados y entrenados; una vez que
acumulan peces para sus dueños, se les deja alimentarse a sus anchas.
A la mañana siguiente
nos pasaron a buscar temprano para tomar el crucero de cuatro horas por el Río Li
hacia Yuansho. Durante el recorrido, que incluyó almuerzo, pudimos disfrutar de
paisajes hermosos con sus peñascos rocosos llenos de vegetación, dignos de ser
retratados en el billete de 20 yuanes. Tuvimos un encuentro fortuito con dos
profesores mexicanos de la Universidad de Puebla que estaban de paseo de fin de
semana aprovechando su estancia de un año gracias a un intercambio con la
Universidad de Cantón. Fue realmente interesante que nos compartieran sus
historias de supervivencia en este país, tan culturalmente distinto del
nuestro.
Al final del crucero
llegamos a Yuansho: un poblado turístico que nos ofreció un mercado local con
venta de comestibles en el que pude constatar que mi mamá tenía razón de llamar
a una fruta frecuentemente consumida en casa “granada china” y de artesanías…
inclusive tuve a una china persiguiéndome por una distancia de varias cuadras
para convencerme de que le comprara una pequeña bolsita. ¡Cabe mencionar que lo
logró! Otro descubrimiento relevante fue una tienda de remedios autóctonos
donde pudimos fotografíar un elíxir de serpiente, con la susodicha víbora incluida. Hubiera comprado un frasco de no ser porque no había uno suficientemente pequeño para llevar...
Concluida la visita a
Yuansho nos dirigimos en auto a un parque denominado Shangri-lá. En realidad
creo que localmente tiene otro nombre pero así es como lo mercadean entre los
turistas aprovechando, supongo, la creencia de que todos buscamos nuestro lugar
ideal. Este sitio es toda una experiencia pues ofrece, entre paisajes mágicos,
la posibilidad de conocer un poquito de las minorías chinas Miao, Yao, Dong, y Zhuang
que habitan en China. También están una serie de talleres artesanales con
artículos que no había visto en otros lugares del país y, por último, un gran
almacén de dulces y especialidades locales. La visita bien valió la pena por
los mágicos paisajes.
Para rematar la
visita a Guilin, nos llevaron a su famosa Cueva de la Flauta de Junco –una
especie de Gruta de Cacahuamilpa- y a una fábrica de joyería hecha con perlas
locales a la que la verdad no se me antojaba ir pero tuve que acceder… fue la
primera vez que me tocó ver una pasarela con modelos mostrando joyas.
Así fue nuestro paso
por Guilin: uno de los lugares más visitados de China después del famoso
triángulo de oro formado por Shanghai-Beijing-Xian.
Acá les comparto las
galerías de cada lugar visitado:
Siguiente capítulo: De China
continental a Hong Kong
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