India 2013, Capítulo 18: Las calles de Varanasi
Varanasi es una ciudad muy antigua y por tanto sus calles son como un laberinto que esconde un sinnúmero de pequeños templos dedicados a las distintas manifestaciones del dios hindú. Porque los hindúes creen en un solo dios, lo complicado es que éste se manifiesta en más de 300,000 formas. Qué les digo… si yo ya tenía problemas con 365 santos y 11,000 vírgenes, esto es demasiado para mi memoria de tres metros. La verdad es que sólo hay que aprenderse unas cuantas de estas manifestaciones: las realmente populares. Las figuras principales son: Brahma, el creador; Vishnu, el preservador y Shiva, el destructor. Cabe aclarar que este último no es el malo del cuento, al contrario, destruye lo malo para que lo bueno pueda aparecer. Shiva es el patrono de Varanasi y se dice que ama la ciudad y la considera su hogar.
Recorrimos algunos de los callejones de la ciudad y
nos encontramos peregrinos caminando descalzos de bajada hacia el Ganges. Haram
nos explicó que es porque la ciudad es santa y así honran el suelo que pisan –
con todo respeto, no sé si me animaría a caminar entre la basura y las gracias
bovinas. Observamos a un hombre muy concentrado leyendo sánscrito y varios
nichos con diversas manifestaciones –Kali, Ganesha, etc. Una cosa curiosa es
que algunas estatuas estaban pintadas de naranja; Haram nos explicó que es el
color de la buena fortuna. Otra cosa que nos llamó la atención fueron las
suásticas… por supuesto en occidente siempre se relaciona con el movimiento
nazi y no es bien visto; sin embargo, en India es un poquito diferente y es el
símbolo de la prosperidad… inclusive algunas chicas indias llevan por nombre “Suástica”.
Lástima que los nazis arruinaran algo tan bello y tan antiguo dándole un significado
tan oscuro.
Subimos hasta una tienda muy tradicional cerca del
templo de Shiva. Haram se quedó cuidando nuestras pertenencias. Nos advirtió
que no podríamos sacar fotos ni entrar al templo sino que lo veríamos desde
afuera por medio de una pantalla y un espejo y que además tendríamos que sufrir
una revisión un poco pasada de tueste por parte de una señora no muy amiga de
los turistas no hindúes. Nos hizo acompañar de un pequeño guía local con quien
hicimos un breve recorrido para encontrarnos con puestos de venta de ofrendas
de flores, velas, agua, incienso, collares de cuentas y demás que los
peregrinos llevan al templo. Mi hermana olvidó dejar un cargador de su cámara
así que nuestro amigo el guía local salió disparado a dejárselo a Haram en la
tienda… lo bueno es que no estaba lejos.
Dimos un muy breve y respetuoso vistazo a la parte
exterior del templo y a los fieles que lo visitan e iniciamos el camino de
regreso. Antes de llegar a la tienda, el guía local nos hizo detenernos para
ver, también de lejos, una antigua mezquita islámica que justo es vecina del
templo de Shiva. Si no pudimos visitar a Shiva, ver la mezquita de cerca era
imposible pues sólo admiten musulmanes. Lo que sí es de notar es que el lugar
estaba lleno de soldados pues siempre tienen miedo a que los fanáticos islamitas
y los hindúes armen una trifulca. Me recordó a Jerusalén donde el Muro de los
Lamentos y la Cúpula de la Roca conviven en un ambiente no demasiado amigable.
En fin, humanos somos y nomás no entendemos que cada quien tiene derecho de
creer en lo que mejor le parezca.
Al lado de la tienda donde dejamos nuestras cosas había
un señor vendiendo todo tipo de té, por supuesto con nombres muy familiares
como darjeeling o chai así que de regreso en la tienda, nos dieron té con
masala –deliciosa mezcla de especias cardamomo, clavo, pimienta, anís
estrellado, jengibre y canela- en unas pequeñas tacitas de arcilla que los
hindúes usan como vajilla desechable. Así, tal cual, beben el té y rompen la
taza en el suelo… por supuesto la arcilla simplemente se combina con la
terracería y ¡listo! es lo más
biodegradable que he visto en mi vida.
Nos quedamos un largo rato descansando y preguntando
todo lo que pudimos acerca de los productos y las tradiciones. Por supuesto
salimos de la tienda cargadas con distintas esencias, unos costalitos de masala, varios tipos de incienso, madera de
sándalo y, una pequeña estatuilla de Shiva. Otra curiosidad que trajimos fueron collares
hechos con semillas que parecen cuentas pero dice la tradición que son lágrimas
de Shiva. Haram mandó a nuestro pequeño guía local al templo a bendecirlas y
nos las colocó en el cuello al mismo tiempo que nos ponía un poco de pasta de
madera de sándalo en la frente y nos hacía prometer nunca portarlas mientras
comíamos carne. Resulta que la vaca es el vehículo de Shiva así que ¡seguro frunciría
el ceño al ver el trato que le damos de este lado a su mascota favorita!
Nuestra adquisición más interesante fue una miniatura
del “linga” que los hindúes adoran como la representación de la unión de lo
masculino y lo femenino por ser el inicio de la creación… digamos que en occidente
sería como si representáramos físicamente el big bang. Es tan sagrado que lo fabrican en cualquier cantidad de
materiales; sin embargo, el más buscado es el cristal puro que se vende por
peso… carísimo.
Próximo capítulo: La Universidad de Varanasi
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