sábado, octubre 10, 2015

En el cielo no hay distinciones entre este y oeste, son las personas quienes crean esas distinciones en su mente y luego piensan que son verdad. ~Frase budista


China 2012, Capítulo 19: Hong Kong, ni de aquí ni de allá


Una manera simplista de describir a Hong Kong es decir que es el lugar donde el Este se encuentra con el Oeste. Su territorio está repartido entre una parte continental y más de doscientas islas e islotes. Por su ubicación es, por supuesto, un puerto estratégico; a consecuencia, durante su historia ha tenido altibajos económicos. Hasta 1997 fue colonia del Reino Unido; a partir del 1° de julio de ese año se convirtió en una Región Administrativa Especial de la República Popular China. Eso quiere decir que, en conjunto con Macao que es la segunda región de ese tipo, mantiene un sistema económico capitalista bajo la soberanía de un país de ideología oficial comunista. Además del sistema económico (que contempla una moneda distinta del yuan), también conserva un sistema administrativo y judicial independiente, e incluso su propio sistema de aduanas y fronteras externas. ¿Muy confuso? Se pone peor…

La economía se basa fundamentalmente en el sector de servicios, que representa más del 80 % de la actividad económica en Hong Kong. Está considerado uno de los lugares con mayor libertad económica del mundo: existe una gran facilidad para establecer empresas en el territorio y para mover dinero de Hong Kong al exterior. Estas condiciones, unidas a la existencia de un sistema legal de origen británico muy escrupuloso en el respeto de la propiedad privada, contrastan con las dificultades burocráticas y la inseguridad jurídica a la que se enfrentan las empresas internacionales en la China continental, y es la razón principal por la que Hong Kong sigue siendo el principal centro financiero de China. Gracias a lo anterior, existe un gran hacinamiento: su población alcanza los 6,200 habitantes por km²… ¡no me vuelvo a quejar de que hay demasiada gente en el Distrito Federal!

Al llegar notamos de inmediato que la presencia británica en Hong Kong marcó la cultura local... inclusive, manejan del lado derecho como los ingleses. Sus habitantes no “se sienten realmente chinos” aunque, paradójicamente, en Hong Kong se han mantenido muchas costumbres y tradiciones culturales chinas, entre ellas, comunicarse en cantonés y usar exclusivamente los caracteres tradicionales al escribirlo.

Una consecuencia bastante curiosa de la separación de Hong Kong del resto de China durante los años posteriores al establecimiento del régimen comunista en la China continental es el desarrollo de la cultura popular, manifiesta en la enorme producción cinematográfica, musical y de novelas de entretenimiento: ¿quién no conoce a Bruce Lee, Jackie Chan,  Chow Yun-Fat o a Jet Li?

Otro factor relevante es que la isla de Hong Kong se ha convertido en una de las capitales mundiales de la arquitectura moderna. Es la ciudad del mundo con mayor número de rascacielos. El hotel donde nos hospedamos, de altura estándar en la península de Kowloon frente a la isla de Hong Kong tenía aproximadamente 80 pisos y una piscina en el piso superior construida de tal forma que podrías, nadando, llegar a la orilla y admirar la vista sin obstáculos.

El guía local, un tipo ya mayorcito y bastante sangrón, nos llevó a conocer “The Peak” que es el punto más alto de la Isla de Hong Kong y la zona más exclusiva desde la época colonial. La vista es muy espectacular, aunque la cantidad de gente también lo sea. Hubo que luchar a brazo partido para sacarle una foto a mi hermana con el horizonte a sus espaldas; como no quería que nadie saliera con ella, ¡hice multitud de intentos desesperados para lograrlo!

Después de pasar un buen rato admirando las vistas, bajamos la pendiente en auto para llegar a la bahía de Aberdeen. Este es un lugar por demás peculiar pues, rodeada de modernidad, alberga a una comunidad de pescadores que vive en tradicionales juncos de madera con todas sus cosas, inclusive un montón de perros con complejo de marineros. Nos embarcamos en una barcaza para recorrer el sitio, llevadas por una capitana bastante malhumorada. El guía nos comentó que la costumbre es pagar la mitad del pasaje al abordar y el remanente a la mitad para asegurar que te traigan de vuelta al muelle. Justo por la mitad del paseo está el “refugio tifón” una zona famosa por sus restaurantes de mariscos y el lugar donde se encuentra el Jumbo Kingdom: uno de los restaurantes flotantes más grandes del mundo diseñado en forma de palacio chino y que tiene capacidad para atender hasta 2,300 comensales… ¡eso sí que es toda una verbena popular!

Acto seguido, nos dirigimos a Repulse, lugar harto popular por sus condos de lujo y su centro turístico de playa. Para terminar la visita, el guía nos llevó a un taller/tienda de joyas donde compré un colguije del año del caballo (mi signo) que ahora está colgado en el espejo retrovisor de mi auto.

A la noche, resolvimos andar por nuestra cuenta para ir a cenar y luego llegar hasta el famoso Paseo Tsim Sha Tsui o “Avenida de las Estrellas” (una calzada que conmemora un siglo de historia del cine de Hong Kong) para presenciar en punto de las 20:00 horas “Una Sinfonía de Luces”. Este espectáculo multimedia nocturno en el que participan más de 40 edificios a ambos lados del puerto son trece minutos inolvidables de música, rayos láser, proyectores y luces de colores y una narración que celebra la diversidad de Hong Kong. No en vano ha sido designado "Espectáculo permanente de luz y sonido más grande del mundo" por el Guinness World Records.

Al siguiente día, decidimos no permanecer en la ciudad sino aventurarnos a la isla de Lantau. Este lugar hospeda una multitud de atracciones, entre ellas, el aeropuerto y Disneyland Hong Kong.  Pero, claro, ese no fue el destino de nuestra visita. Nosotros tomamos un largo trayecto en el muy práctico y amigable metro de Hong Kong, rodeadas en todo momento de gente de todas las edades con la mirada clavada en su celular escribiendo a toda prisa en caracteres chinos, hasta llegar a la estación del teleférico de Ngong Ping. Ahí compramos boletos para la cabina con piso de cristal e hicimos el recorrido de 25 minutos hasta llegar a la Plaza del mismo nombre donde se encuentran el Monasterio Po Lin y el Buda Tian Tan (o Buda Gigante).

Recorrimos el sendero de Bodhi que es una pasarela central que va desde el nuevo arco pai lau o arco ornamental, hasta el templo Di Tan (un atrio abierto). A ambos lados se encuentran alineadas las estatuas de los Doce Generales Divinos, junto con 40 linternas en forma de loto. Los Doce Generales Divinos se consideran como protectores en el budismo y cada uno es responsable de custodiar, cada día, una franja horaria de dos horas. Además, representan los doce signos del zodiaco chino, como denotan los diferentes signos del zodiaco presentes en sus coronas.
Nos quedamos todo el día en el área pues no solo subimos al pie de la hermosa estatua de bronce del Buda que, dicho sea de paso, mide 34 metros de altura y mira con semblante pacífico hacia China continental, sino que también pasamos por un curioso parque de atracciones sobre budismo denominado “El Sendero de la Sabiduría” donde aprendimos –como hacen los niños- sobre la vida de Siddhartha (luego Buda), los principios del budismo. Además visitamos nuestro primer templo budista dentro del complejo del Monasterio Po Lin: uno de los santuarios budistas más importantes de Hong Kong,  conocido como "el Mundo Budista en el Sur". Ahí viven numerosos monjes devotos; en el monasterio se celebran innumerables y coloridas manifestaciones de iconografía budista y tiene un muy agradable jardín repleto de cantos de aves y flores, amén de un popular restaurante vegetariano.
Fueron dos días por demás educativos y diferentes… una excelente manera de terminar este viaje al lejano oriente pues actuó como una cámara de descompresión para dejar atrás el oriente y volver a casa al mundo occidental.

Les comparto las galerías:





 

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