domingo, febrero 08, 2015

La reflexión es el camino hacia la inmortalidad (nirvana); la falta de reflexión, el camino hacia la muerte. ~Buda Gautama


China 2012, Capítulo 15: Leshan y su buda gigante


El programa de nuestro segundo día en Chengdú fue visitar al gran Buda de Leshan: la estatua esculpida en piedra de Buda más alta del mundo. Por tanto, nos dirigimos con Jane y el Sr. Wang a dicha ciudad de Leshan, cuyo nombre se traduce literalmente como “montaña feliz”, a una distancia aproximada de 260 kilómetros.

En el camino nos detuvimos a cargar gasolina y a disfrutar de un jardín en medio de una zona de cultivos de té. Una leyenda en una pared decía “El siglo 21 es la era del resurgimiento de China y también el momento de la globalización del té chino”… he de darle la razón.

Después de la escala, retomamos la carretera y durante el recorrido Jane nos mostró una aldea donde los edificios tenían grandes dibujos de las distintas posiciones del tai chi. Nos contó que los pobladores son famosos por practicar esa rutina todos los días y por beber grandes cantidades de té del lugar… y que curiosamente, en promedio, son bastante más longevos de lo esperado y se conservan en excelentes condiciones físicas y mentales.

Al fin llegamos a Leshan y nos encontramos con dos opciones: la de recorrer a pie el sitio donde se encuentra la gran estatua, o tomar un barco para verla desde el rio, de frente. Por recomendación de Jane, elegimos la segunda y nos fuimos directamente a tomar el transporte.

La gran estatua está tallada en un acantilado que se encuentra en las confluencias de los ríos Min Jiang, Dadu y Qingyi. La escultura está frente al monte Emei mientras el agua de los ríos corre por los pies de Buda. Los hombros miden 28 metros de ancho y el más pequeño de los dedos del pie es suficientemente ancho como para que se pueda sentar en él una persona. Un dicho local dice: La montaña es Buda y Buda es la montaña. El origen de esta frase está en el hecho de que la montaña en la que se encuentra el gran Buda (vista desde el río) tiene una silueta que recuerda a un Buda tumbado.

Se concibió un sistema de drenaje interior para impedir la erosión fluvial. El Buda tenía a su cargo hacer más lentas las mareas, proteger los barcos e impedir la inundación de la aldea vecina. La construcción se inició en el año 713 y estuvo dirigida por un monje llamado Haitong. Este monje esperaba que Buda calmara las aguas turbulentas que destrozaban a los barcos que navegaban por el río. La estatua fue completada por sus discípulos 90 años más tarde. Parece ser que los restos de roca resultantes de la construcción se fueron depositando en el río lo que alteró la corriente, convirtiéndola en más segura para la navegación.

La vista del Buda es increíble… a pesar de saber de antemano su tamaño, honestamente es portentoso. La impresión se maximiza porque el barquito recorre la orilla del río y el Buda permanece oculto justo hasta que das la vuelta y “te lo topas”. Puedes comparar perfectamente su tamaño versus los turistas que recorren el sitio a pie y es verdaderamente impresionante.

Después de sacarle multitud de fotos, volvimos al muelle para ir a almorzar en la ciudad. Jane nos llevó a un restaurante tradicional donde probamos –¡lo juro!- una versión de huevos a la mexicana que estaba bastante buena. Además, descubrimos un té distinto hecho con granos de trigo y que Jane cariñosamente nos presentó como “el té que sabe a galletas” y que es, por supuesto, el favorito de los niños de la región.

 No vimos mucho de Leshan pues iniciamos el camino de regreso a Chengdú; sin embargo, si nos asombró la cantidad de enormes tiendas de marcas de lujo tipo Cartier o Louis Vuitton que ni siquiera en la Ciudad de México existen… y eso que la población de Leshan no pasa de los 3 millones de habitantes.

El camino de regreso fue muy tranquilo y, como no teníamos nada más programado, Jane nos recomendó visitar el “Parque del Pueblo” en Chengdú por la tarde, y nos propuso asistir a un espectáculo folklórico tradicional por la noche, amén de recomendarnos un restaurante local para comer al día siguiente y ponerse de acuerdo con nosotros para hacer un tour extra en la ciudad por la tarde, antes de llevarnos al aeropuerto para tomar nuestro vuelo a Guilin. Por supuesto tomamos nota de todo y nos dispusimos a vivir una aventura más en esta ciudad que para entonces se había vuelto nuestra favorita en el país.


Siguiente capítulo: Comer estuvo en chino